El turismo representa una de las actividades económicas más importantes en el mundo. Justo antes del fenómeno de la pandemia ocasionada por Covid-19, el World Travel and Tourism Council (WTTC), estimaba que las actividades de viaje y turismo contribuyeron al 10% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial y que en los últimos cinco años, uno de cada cuatro nuevos empleos estuvo relacionado con actividades de turismo.
En el caso de México, las actividades de viaje y turismo aportan aproximadamente el 8% del Producto Interno Bruto y en 2019 el PIB turístico ascendió a cerca de dos billones de pesos mexicanos, representando el 13% del empleo total en el país.
Con todas las oportunidades anteriormente descritas, el proceso de generación de lugares afines al turismo presenta diversos retos urbanos como la explotación del territorio, la expansión de la mancha urbana, migración y economías no sostenibles.
Los estados mexicanos que acogen flujos de turismo intensivos han experimentado en los últimos 30 años un crecimiento drástico: Existen ejemplos como Guerrero y Nayarit, que han aumentado 1.5 veces su cantidad de habitantes, o territorios como el de Quintana Roo, que ha triplicado su número poblacional (INEGI).
Estos aumentos exponenciales de habitantes demandan una provisión mayor de infraestructura, servicios y habitación, elementos que requieren una planeación y diseño urbano apropiados con el fin de generar condiciones urbanas sostenibles.
Nos encontramos en un momento clave para el turismo nacional, el cual experimentará una reactivación significativa tras el confinamiento derivado de la pandemia por Covid-19, lo cual representa una gran oportunidad para reforzar las prácticas urbanas que han tenido un impacto positivo en sus entornos y proponer nuevas alternativas para generar un turismo ecológico. Dicho concepto busca sumarse a los diversos movimientos urbanos preocupados por el cambio climático, los cuales plantean una reinvención en las maneras de hacer ciudad para generar ambientes más sanos, sostenibles, resilientes y justos.
¿Qué tiene que ver lo anterior con nuestra visión de la naturaleza? Mucho, a partir de ese momento empezamos a concebir todo lo relacionado con los fenómenos globales desde una mirada exterior. Como humanidad, comenzamos a identificarnos como parte de un fenómeno universal mayor y mucho más grande que el globo, lo cual nos llevó a observar la tierra y sus procesos desde un “afuera”, haciéndonos sentir ajenos a la misma. El imaginario colectivo cambió, mudando nuestro planeta del centro de nuestra existencia hacia un elemento, una idea mucho más amplia y universal.
Es bajo esta visión que la tierra ya no se convierte en nuestra casa, sino en un componente que podemos analizar desde el espacio y utilizar, explotar y apropiarlo. La revolución industrial y el movimiento moderno acrecentaron el espíritu del hombre (la humanidad) como el centro y la figura más importante de su entorno, todo lo que nos rodea se convirtió a partir de finales del siglo XIX y principios del XX en “herramientas” e “insumos” de producción para lograr el mayor desarrollo económico, social y cultural antropocéntrico. Nuestra aproximación al territorio y sus procesos urbanos se volvieron más agresivos, rápidos y constantes.
Ahora bien, ¿cuál es la definición contemporánea de ecología? Para entender nuestra relación disimilar actual con la naturaleza, es necesario remontarnos a un punto clave en la historia de los descubrimientos científicos, el cual algunos autores como Bruno Latour consideran como el parteaguas en nuestra concepción del Planeta: la teoría heliocéntrica de Galileo Galilei. Dicho descubrimiento se refiere a la idea, revolucionaria en su momento, de que la Tierra y otros planetas del sistema giran alrededor del Sol.
Ante dicha situación, durante las décadas de los sesenta y setentas en el siglo XX surgieron movimientos enfocados en denunciar las prácticas urbanas e industriales nocivas hacia el planeta, encabezados por publicaciones muy importantes como “Primavera Silenciosa” de Rachel Carson, quien evidenció de manera científica los efectos devastadores de los procesos químicos en el planeta. Otro libro fundamental para los diseñadores urbanos y paisajistas es “Diseño con Naturaleza” de Ian McHarg el cual plantea metodologías para mediar y reconciliar el entorno construido con la naturaleza.
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El resultado de su narrativa fue paradójico, pues principalmente recaía en la clasificación y preservación de la naturaleza, posicionándola como un ente externo que debía ser salvaguardado más no tocado… un elemento de contemplación y no como un factor fundamental para el desarrollo de la humanidad. El resultado fue la asociación del concepto de ecología con ideologías y prácticas afines al estudio y el entendimiento de las ciencias naturales.
En las últimas décadas hemos comprendido cómo la ecología no le compete solamente a la llamada “Naturaleza”, sino que se entiende como el proceso a través del cual interactúan y conviven de manera sostenible todos los elementos y sistemas de un entorno dado. Es decir, la humanidad y todo su conjunto de generación social, cultural y urbano son parte de la ecología del planeta y necesitan estar en una relación armónica con los procesos inherentes de la tierra.
De acuerdo con el paisajista James Corner, el mejor ejemplo de ecología es un jardín (de una casa o de una ciudad), el cual no es un elemento que puedes encontrar de manera preexistente en el entorno, más bien se trata de la reinterpretación económica, social y cultural de nuestro entendimiento de la naturaleza. Para la humanidad, la ecología es la oportunidad de crear una nueva imaginación sostenible que reinterprete y potencialice las posibilidades que ofrece la naturaleza.
¿Cómo podemos generar un turismo ecológico que posea la capacidad de integrarse a los sistemas globales para aportar procesos económicos, culturales, naturales y sociales sanos y sostenibles? Podemos dejar de ver al planeta como algo ajeno, revalorarlo y volver a sentirlo propio. Es necesario proponer un nuevo turismo ecológico, el cual genere sistemas complementarios y enriquezca positivamente a las comunidades y dinámicas urbanas de un lugar. Para cuidar y reforzar los sitios turísticos del contexto mexicano, se requiere restaurar nuestra relación con el contexto e incorporarnos de manera armónica a los procesos ecológicos del lugar.
Por: Rubén Segovia Jiménez | Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño del Tecnológico de Monterrey. Director de la Maestría en Arquitectura y Diseño urbano.
*Nota del editor: Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Inmobiliare.